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ADIOS AL PLAN LABORAL

Este primero de mayo, nos encuentra en Chile, en medio de la discusión constituyente más importante de nuestra historia. Nos acercamos, al momento en que, por primera vez, desde el plan laboral de Pinochet y José Piñera, se sentarán las bases, de un nuevo sistema de relaciones laborales. Una reivindicación muy sentida de la CUT, como lo es avanzar hacia la negociación colectiva por rama de la actividad económica, se hace factible. Sin las limitaciones de la constitución del 80`, se podrá construir un movimiento sindical profesional, con alta especialización y conocimientos técnicos. El interlocutor que faltaba para construir un estado de bienestar en Chile. Mas allá de los temores de algunos, la negociación por rama de la actividad, no significa la muerte de las pymes, el fin de la libre contratación, ni nada parecido. Es la forma de establecer relaciones laborales armónicas, donde la organización patronal pueda, en conjunto con la organización de los trabajadores, fijar el marco en que se desarrollará, el sector productivo. De la mano de este tipo de negociación, se hace viable una sociedad con menores índices de desigualdad. Se aporta sustantivamente al progreso social, y, asimismo, se potencia el dinamismo de la economía, gracias al libre entendimiento y negociación entre los actores colectivos.

            Contra lo que pudiera pensarse, ejercicios de negociación por sector económico, ha existido en Chile. Por ejemplo, la que existió en el sector panificador, entre la asociación de industriales y las organizaciones de trabajadores. Hasta el año 1973, permanecieron activos, luego, los “tarifados” a que dieron origen, siguieron respetándose por varias décadas, pese a que la legislación no los reconocía. Negociaciones de este tipo se efectuaron en la Patagonia, entre las asociaciones de ganaderos, y las organizaciones de trabajadores. Convenios que establecían condiciones mínimas de trabajo y remuneración. Con alto grado de detalle, que, en algunos casos, detallaba la cantidad de alimentos, que debía darse a los esquiladores. El café, el porridge, las chuletas de cordero, las papas de la cazuela, y otras delicias por el estilo.  No obstante, la negociación por sector económico, tiene una regulación actual, que la hace inalcanzable. Ejercicios concretos de negociación colectiva, involucrando actores de un sector productivo completo, sí se han conocido. Sin ir más lejos, acá mismo en la Patagonia, en los años 2006 al 2009, tuvimos el privilegio de liderar una iniciativa, de dialogo tripartito en el sector ganadero. Esta instancia de encuentro, en que participaron la Asociación de ganaderos de Magallanes, el Sindicato de esquiladores y el Sindicato de contratistas de esquila, permitió por primera vez, acordar condiciones de trabajo, y valores mínimos a pagar por oveja esquilada. Se estableció directamente por los participantes, una relación beneficiosa para toda la cadena productiva del sector. Esta experiencia, la atesoro, como una de las más importantes de mi vida profesional. Recuerdo las palabras de un destacado estanciero, que en una reunión de la “Mesa del sector ganadero”, que muy emocionado, decía en Tierra del Fuego: “Me felicito, por haber podido estar aquí, esta noche, en esta reunión histórica, por primera vez, en más de 40 años”. Producto de las conversaciones entre estos actores productivos, se mejoraron ostensiblemente las condiciones de trabajo y remuneración. Lo que, a mi juicio, demuestra que una negociación por rama de la actividad económica, no debe verse como una amenaza, sino más bien como una oportunidad de mejora para un sector completo.

De todos modos, el hecho de que se levante el veto constitucional, a la negociación por rama de la actividad económica, no significa necesariamente, que esta va iniciarse automáticamente. Como en todo otro ámbito. Deberá establecerse la regulación legislativa correspondiente. En este aspecto, es bastante lo que puede y debe mejorarse. Las sucesivas modificaciones al código del trabajo, efectuadas desde 1990 en adelante, dieron forma a un derecho colectivo del trabajo, intrincado, sobrecargado de plazos y requisitos. Un verdadero laberinto normativo, que dificultó y entrabó incluso la negociación colectiva de empresa. De ahí los magros porcentajes de trabajadores que negocian colectivamente, y la debilidad de sindicatos circunscritos sólo a ese nivel. Un código del trabajo, que da mucha tarea a los dirigentes sindicales, a los asesores laborales, y a los empleadores, por su excesiva rigidez. El actual código, debe actualizarse al dinamismo de las relaciones laborales actuales, generando más espacio para el libre juego de voluntades entre trabajadores y empleadores. El fortalecimiento del actor sindical, va a facilitar lo que han pedido por años las asociaciones de empleadores, el respeto de la autonomía de la voluntad. Con organizaciones fuertes por rama de la actividad, el ámbito de materias en las cuales, trabajadores y empleadores van a poder pactar directamente, se amplía en todas direcciones. No sólo para mejorar las remuneraciones, sino también, para pactar flexibilidad laboral, para adaptarse a los requerimientos del sector productivo.

Este primero de mayo, probablemente será el último con el código del trabajo, con los cerrojos en la negociación colectiva. Más que un llamado a asustarse con esto, este es un llamado a prepararse para esos procesos de negociación, que, a mi juicio, mejorarán a los sectores productivos completos. Generando mejores condiciones de trabajo y remuneración, incorporando valor a las empresas y sus trabajadores (as).

Ernesto Sepúlveda Tornero