Este viernes 11 de marzo, fuimos testigos del ejemplar cambio de mando presidencial, en la República de Chile. Sí amigos y amigas, ejemplar. Son muy escasos los países del mundo, en que está asentado en la tradición institucional, realizar un traspaso del poder, sin rencillas, conflictos, o pasadas de cuenta. En Chile, desde que el nuevo presidente o presidenta, es electo, se suceden los ritos republicanos. El adversario derrotado, reconoce tempranamente, el triunfo de su contendor. Le llama para felicitarlo, y posteriormente lo visita, la misma noche de la elección. Porque hay que decirlo, tenemos también un servicio electoral de lujo, en menos de dos horas después del cierre de las urnas, se conoce el resultado. Tenemos vencedores y vencidos, con cifras y porcentajes de votos, con precisión y transparencia inobjetables. Pero volvamos, al rito republicano. El presidente electo, Gabriel Boric, un mes antes del cambio de mando, fue recibido en el palacio de gobierno, La Moneda junto a su pareja, por el presidente saliente y la primera dama. Se produjo un encuentro, en el plano de la cortesía y buen trato, pero también lleno de anécdotas y consejos propios del ejercicio del cargo. Son todos aspectos encomiables, dignos de que sintamos el orgullo más grande como chilenos.
Pero la guinda de la torta republicana, se produce el día 11 de marzo, donde se efectúa el Congreso pleno, ósea una sesión especial, que reúne a ambas cámaras del congreso, el Senado y la cámara de diputados. En esta ocasión le correspondió al nuevo presidente del Senado, el socialista Álvaro Elizalde, tomar el juramento o promesa, de desempeñar fielmente el cargo de presidente de la república de Chile, de acuerdo a la constitución y las leyes. A lo que respondió, Gabriel Boric “Por el pueblo, y los pueblos de Chile, prometo”. Posteriormente, se firmaron las actas correspondientes, y se hizo entrega de la banda presidencial, y de la piocha de O´Higgins, al presidente electo Gabriel Boric Font, quien se convirtió así en el Presidente de la República de Chile. Con 36 años, el presidente más joven de nuestra historia. Se discute entre historiadores, ya que, si bien José Miguel Carrera asumió el poder con sólo 26 años, él lo hizo como Presidente de la Junta provisional de gobierno, en los albores de la república, cuando no existía el cargo de presidente de la república. De cualquier modo, la juventud hermana a nuestro presidente de la república, con hombres y mujeres, que protagonizaron las grandes gestas de la historia de Chile. Otro detalle a destacar, del cambio de mando en Chile. El presidente saliente Sebastián Piñera, que llegó hasta Valparaíso con la cápsula de seguridad de Carabineros, y luego hizo arribo al Congreso, en el Ford Galaxy presidencial. Al momento de asumir el presidente Gabriel Boric, su predecesor, Piñera, hace abandono del salón de sesiones del Congreso, y se retira del edificio junto a su gabinete. A partir de allí, tanto él como los ex ministros y ministras, se retiran como simples ciudadanos, y, por tanto, deben desplazarse ya sea en sus propios autos, o en el transporte público. Esto que puede parecer pedestre, es del más fuerte contenido republicano. Este traspaso de mando, estuvo lleno de significados, y de simbolismo, con los que el presidente Boric le imprimió su sello. Por primera vez, el auto presidencial fue conducido por una mujer, la suboficial de Carabineros de Chile, Lorena Cid, que es escolta del presidente Boric. De la misma institución, también por primera vez asumió como edecán la teniente coronel Bárbara Barrera. Asimismo, la jefa de protocolo, elegida, fue Manahi Pakarati, una profesional de la etnia Rapa Nui. Ella estuvo a cargo del ceremonial tanto en el palacio de Cerro Castillo, como en la llegada del presidente al congreso. Ella es la segunda mujer, en realizar esta labor, ya que durante el gobierno de la presidenta Michelle Bachelet, se designó en esas labores a Gloria Navarrete. En este caso, la nota distintiva la puso el atuendo de Manahi Pakarati, ya que lució un traje de ceremonias, tradicional de la cultura Rapa Nui. Sin ser esa su función, al conducir a los invitados, u orientar a las autoridades, su impresionante atuendo, concitó todas las miradas y las fotografías.
La primera función de Gabriel Boric, como presidente de la República, fue tomar el juramento o promesa a su gabinete. Ahí destacó el contar con más ministras mujeres que hombres, en el gabinete, gracias al movimiento feminista. Recordemos de que 14 de 24 integrantes del gabinete, son mujeres. Y en el cargo más importante del gabinete, el Ministerio del interior, por primera vez fue nombrada una mujer, la doctora Izkia Siches.
Un día lleno de emociones, de gestos emotivos, como la familia del presidente, orando tomados de la mano, desde el lugar donde observaban en el congreso, hasta los cientos de personas que se trasladaron desde otras regiones, Coquimbo, Temuco, Concepción, Puerto Montt, y desde su tierra, Magallanes, para ver al presidente Boric. Los gestos de cercanía con la gente, rompieron el protocolo varias veces. Como cuando se bajó del Ford Galaxy en Avenida argentina de Valparaíso, para saludar a quienes portaban una bandera magallánica. O en Santiago, cuando nuevamente baja del auto presidencial, a una cuadra de La Moneda, para acercarse a la gente. Seguramente se ha dicho antes, pero lo que ha despertado el joven presidente, es un fervor similar, al que despertaba la presidenta Michelle Bachelet. Una sensación de cercanía, de cariño, que las personas más humildes han podido experimentar en carne propia. Lejos estoy de quienes gustan del culto al líder, y espero que, en este incipiente afecto colectivo, por el presidente Boric, no se esté gestando algo así. Porque el nivel de confianza que muchas personas, están depositando en él, rebasa todo límite.
Se puede intentar explicar, y racionalizar lo que sucede con el presidente Boric, y su atracción a las personas. Algunos dirán, después de un gobierno que dañó moral, espiritual y materialmente, a tanta gente, encontrar un líder que acoja, que consuele, que contenga, es un fenómeno imposible de resistir. Otros dirán que es solamente producto del marketing. Incluso persona recalcitrante dirá, es todo un invento, está actuando, es un populista. A ciencia cierta, nadie podría definir con exactitud este atractivo que el presidente Boric, despierta en las gentes. No diré en las masas, porque hace rato, que existen múltiples identidades, grupos de interés, y otros, que impiden hablar de un solo colectivo. Sin embargo, hay un hecho cierto, el presidente en su primer discurso desde La Moneda, supo tocar cada fibra, cada nota, del gran cuerpo nacional. No quedó sector de la población, comunidad, ni colectivo fuera. El presidente en su discurso acogió todos los dolores, las postergaciones, las injusticias, las hizo suyas y de su gobierno. Expresó con palabras, a ratos poéticas, que la esperanza depositada en sus manos, no va a ser olvidada. Que se siente depositario de todos los esfuerzos y los trabajos, que hicieron otros que lo precedieron. Que va a trabajar para lograr el encuentro en nuestra patria, para superar las barreras que nos separan. En resumen, un discurso con un profundo sentido histórico, que reivindica los avances y progresos conseguidos a lo largo de dos siglos de historia, y reconoce el trabajo y sacrificio de hombres y mujeres, desde los albores de la república.
Se puede estar a favor o en contra del gobierno. Pero lo que no se puede hacer, es desatender el llamado que se hace por Chile, vencer la pandemia, sanar las heridas de la patria, vencer la desigualdad, es una tarea para todos y todas, sin distinción de condición social o económica, sin mirar el credo religioso o político. Y recordando a los que se han ido. En esta ocasión, un recuerdo especial a Lalo Manzanares, compañero consecuente y generoso, que acaba de partir.
Ernesto Sepúlveda Tornero