En medio del fragor de las altas temperaturas, que agobian al centro del país, esta semana, ha venido a caldear más el ambiente, una carta publicada “urbi et orbi”. Es el debut en política, de un grupo autodenominado “Amarillos por Chile”, integrado por conocidos políticos, y ex ministros, tales como Mariana Aylwin, Soledad Alvear, Jorge Burgos, Ignacio Walker, Andrés Velasco, Rodrigo Valdés, José de Gregorio, Carolina Goic y Fulvio Rossi. Según declaran, el grupo firmante se siente parte de “quienes estaban por los cambios, pero de manera gradual y responsable, y preferían el camino de las reformas al de la revolución, el del diálogo con quienes piensan distinto a la idea de convertir al adversario político en enemigo a destruir». Advierten, que, en la discusión constituyente, “La voz de los amarillos intenta ser acallada, y parece mucho más atractiva la radicalidad y el maximalismo que la prudencia y el realismo».
En otro párrafo señalan “muchas de las propuestas que han emanado de las comisiones y algunas de las que ya están alcanzando los 2/3 en el Pleno están encendiendo la señal de alerta entre quienes no queremos la deconstrucción de Chile, ni su desmembramiento, ni su refundación desde cero”.
El grupo político en comento, se muestra muy preocupado por la situación en que se encuentra la derecha en la Convención Constituyente. Afirman, que “es un error garrafal”, «el intento de algunas facciones radicalizadas de la Convención de ignorar, e incluso borrar, a un sector político significativo del país “. Se reconocen “apasionados por el diálogo y la conversación”, y llaman a que prime en la Convención un espíritu de diálogo, y “el escuchar de verdad al que piensa distinto”.
En principio, ¿quién podría mostrarse contrario al dialogo y a la conversación?, nadie en su sano juicio asumiría hoy en Chile, tal posición. Sin embargo, aprecio cierto autobombo, cierta auto atribución de cualidades, incluso de representación que no se condice con la realidad. Sin ir más lejos, señalan en otro párrafo, «los ‘amarillos’ nos manifestamos en la elección presidencial reciente y con nuestro voto obligamos a los extremos a moderarse».
Algunos comentarios sobre la declaración de este grupo político. En primer lugar, me parece insólito que un grupo de personalidades, con responsabilidad directa en la conducción del país, pretenda distanciarse de las consecuencias que tuvo esa conducción. Parte importante de las causas por las que llegamos al estallido social, y al proceso constituyente, hay que buscarlas en las decisiones que tomaron estas personas. En segundo lugar, la auto atribución, de ser el referente de la moderación política, y la encarnación del diálogo, borra de un plumazo los esfuerzos descomunales que han hecho, los partidos políticos de centro izquierda y de centro derecha, en la Convención. Los legítimos detentadores de la representación popular, obtenida a través de elecciones democráticas, son interpelados, desde un pedestal, que no corresponde a la realidad.
Lo que parece más insólito, es que el grupo en cuestión se adjudique, el resultado de la elección presidencial, y de la moderación de posturas en segunda vuelta. Soy un ferviente partidario del diálogo, no sólo en política, en todo ámbito. Como muchas otras personas que hacen un aporte silencioso, pero no por eso menos valioso, a la convivencia comunitaria. Este grupo de personas y su declaración pomposa, no me representan para nada. Y creo que desmerece el trabajo que realiza la convención constituyente.
Es verdad, que, ante la incertidumbre, por los cambios que se van a producir, puede haber temor en algunas personas, incluso en algunos sectores sociales o económicos. Por esta razón, es más importante aún, que quienes ejercen un rol en política, actúen con responsabilidad, con sensatez. Que el prurito de controlar las manijas del poder, no pese más, que el patriotismo, y el amor por Chile. Se debe asumir que la composición de la Convención constituyente, es la que el pueblo determinó. Y si la derecha, quedó con una representación que le impide ejercer el poder de veto, que tuvo desde el año 1990, en buena hora. En eso consiste la democracia, conversar, discutir, llegar a acuerdos, y en caso de divergencias, votar, y decidir de ese modo la mejor solución.
En el momento que vive el país, se requiere recuperar la confianza en las instituciones, y la institución fundamental de este momento histórico es la Convención Constituyente. Hay que apoyarla, con sus virtudes y sus defectos. El mecanismo de aprobación de las normas por los 2/3 de los constituyentes, ha operado, como estaba previsto. Sólo normas que alcanzan el consenso de un alto número de constituyentes, 103 votos a favor, tanto en discusión general, como en particular, va a incorporarse al texto constitucional, que será plebiscitado. Esa es una salvaguarda, para que ningún grupo pueda imponer puntos de vista, o propuestas programáticas descabelladas o irrealizables. Es una tarea de hormiga, una labor eminentemente política. La más política de todas. Así que quienes la realizan son políticos hechos y derechos, haciendo la labor para la cual fueron electos. No importa acá, si provienen de la academia, y están llenos de doctorados, o si provienen de un partido político, o de una organización social.
Curiosamente, quien mejor ha entendido esto, es el único convencional constituyente electo por la DC. Su ex presidente Fuad Chain es la única persona de militancia demócrata cristiana, que pudo instalarse en la convención. Y, sin embargo, ha logrado articularse con otros sectores, y ha adherido a propuestas de normas, y ha realizado su trabajo lealmente. Pese a estar en la minoría más absoluta. Fuad Chain no se sentó a mandar cartas a los diarios, tampoco firmó la carta de los ex ministros, aunque varios son de su partido. ¿Qué es lo que aporta más a Chile?, me inclino a pensar, que la actitud del solitario Fuad Chain. La derecha no necesita nuevas vocerías, tiene suficientes en la propia convención. Algunas de mucho respeto como la del convencional Monckeberg o la de Rodrigo Álvarez, convencional por Magallanes. Que aparezca con redoble de tambores, y una costosa campaña comunicacional, un grupo de figuras que pretende dictarle catedra no sólo a la Convención, sino que, a Chile entero, me parece una falta de consideración. Un total desatino.
Construir acuerdos, que le den viabilidad a las transformaciones que Chile necesita, requiere del convencimiento y la colaboración sincera de todos. Con las reglas que nos hemos dado, a través de la representación legítima de nuestros convencionales. Sin discursos del miedo, que siembran desconfianza, en un proceso que recién comienza. Tengo fe en Chile y su destino.
Ernesto Sepúlveda Tornero