Después de la insólita historia de un candidato presidencial y su notario fantasma, parecía que habíamos completado ya, la cuota de episodios chocantes de la política chilena. Pero no, quedaba aún mucho más por lo que sentir pena, vergüenza o rabia. Se sumó la caída de un mediático integrante de la constituyente, electo por la otrora lista del pueblo. Miles de personas se conmovieron por su historia, de lucha contra el cáncer. Se hizo muy famoso en redes sociales por revelar sin pudor detalles, de lo que tenía que padecer para costear su tratamiento. Se exhibió con la cabeza rapada, y portando carteles alusivos, en las protestas callejeras de Santiago. En resumen, una figura pública, que despertaba empatía, por su coraje y valentía. Todo iba bien para él, hasta que sendos reportajes periodísticos, encontraron ciertas contradicciones en las entrevistas que este señor daba a los medios. Como dice Carlos Pinto, “Nada hacía presagiar”, lo que pasaría. Confrontado por una periodista de la prensa escrita, quien le pregunta sobre estas inconsistencias, y contradicciones, se ve obligado a reconocer que nunca estuvo enfermo de cáncer, ni se había sometido a tratamiento alguno. Finalmente reconoció que les había mentido a todos, incluidos sus electores. Era lo que nadie se esperaba. De inmediato se formó la trinchera de costumbre, por un lado, los que le perdonan todo al constituyente en cuestión, y aluden a las mentiras y chanchullos de los políticos tradicionales. La clásica teoría del empate. Por otro lado, los grupos de derecha más extrema, interesados en disimular el escándalo descubierto en Vitacura, la más característica de las tres comunas del rechazo. Se ha planteado entre los especialistas, que la renuncia de un constituyente no está contemplada en la norma, por lo que no sería susceptible de reemplazo. Podría darse que la persona en cuestión, continúe ejerciendo sus labores como si nada hubiera ocurrido. Otros plantean que la solución sería que se ausente de las sesiones, y simplemente no continúe participando del trabajo constituyente. Esto a su vez, produciría la impresentable situación, en que se le seguiría remunerando sin cumplir su labor.
Pero lo anterior, por penoso o molesto que parezca, no fue lo único. El Servicio electoral (SERVEL), cumpliendo su notable función pública, ha notificado a más de 200 candidatos parlamentarios de todo el país, el rechazo de sus candidaturas, por el incumplimiento de requisitos de forma o de fondo, según el caso. Entre los damnificados está la lista del pacto del FA con el PC, por un lado, y por otro, la lista del ultraderechista partido republicano. Un golpe a la cátedra del SERVEl, que dejaría virtualmente sin representación parlamentaria a dichos sectores. Existen recursos legales que los afectados pueden ejercer, pero desde ya, se avizora, que no será tan sencillo de resolver. Y es un importante llamado de atención, a realizar las inscripciones con tiempo, previendo la posibilidad de problemas de último minuto. El resto de las vilipendiadas fuerzas políticas, cumplió sin problemas el trámite, lo que habla bien de su responsabilidad y de la importancia que le atribuyen.
De esta andanada de hechos políticos impactantes, faltaba uno más. El propio SERVEL, notificó a Marco Enríquez Ominami, el televisivo Meo, que no podría continuar su cuarta carrera presidencial, por encontrarse su derecho a sufragio suspendido. Esto se deriva de la causa conocida como OAS, donde su administrador de campaña fue sancionado y Meo, absuelto. Esta suspensión, será objeto de revisión por el TRICEL, ante apelación del candidato, de ser acogida, podría reinstalarse en la campaña a La Moneda.
Todos los eventos reseñados. tienen un denominador común. Afectan la fe pública. Dañan la credibilidad en quienes ejercen la actividad política, y deterioran nuestra democracia. Lejos estamos de animar, al juicio callejero, a la turba pidiendo sangre o que rueden cabezas. Creo en las infinitas posibilidades de errar, de equivocarse, que todos tenemos. Y nadie debiera ser quemado por equivocarse. Pero esto no significa impunidad, no significa tragarse los sapos enteros, porque los de otro lado hicieron cosas peores. Necesitamos con urgencia volver a creer tanto en las instituciones como en las personas. Es el requisito para seguir participando, y es lo que nos protege de caudillos autoritarios, que ofrezcan resolver todo por nosotros.
Lo que ha pasado esta semana, es la mentira y la trampa, campeando. Es hacer cualquier cosa para ganar. Y eso no es aceptable, no tenemos por qué tolerarlo. Una lección para todos nosotros, mirar y escuchar con más atención, ojo con las figuras que, en política, se muestran cual seres alados, impolutos y transparentes. Esos que están primeros para lapidar a sus adversarios, pero últimos en reconocer sus errores, cuando son sorprendidos.
La buena noticia es que dos instituciones, han cumplido un rol fundamental. El SERVEL y los medios de comunicación, han sido el equivalente a la vacuna y el alcohol gel, para preservar la salud de nuestra democracia. Estos son verdaderos baluartes en Chile, que debemos respetar y defender, una institución electoral, profesional y seria, y prensa libre, dispuesta a develar lo que el poder oculta. Si logramos sumar a eso, una comunidad informada e interesada, podemos estar tranquilos, de que ningún engaño por ingenioso que sea, va a lograr socavar nuestra libertad y nuestro modo de vida.
Ernesto Sepúlveda Tornero