La escasez hídrica es una realidad que ha llegado a varias regiones de la zona norte de Chile. Según la DGA, el país tiene un déficit de agua que oscila entre un 10% y un 37% (Documento: “Balance Hídrico Nacional”, resultados preliminares 2019).
El cambio climático y el uso poco eficiente del recurso en la gran industria, la agricultura y la ganadería, contribuyen con acelerar el proceso de desertificación en el país, que según datos aportados por la CONAF del año 2016, casi el 22% del país tiene algún grado de riesgo de desertificación, lo que representa aproximadamente 16.379.342 hectáreas lo que equivale a la superficie de las regiones de Atacama y O’Higgins juntas. Sin embargo, ese 22% se eleva al 76% de la superficie del país si es que se suman desertificación, erosión y degradación de suelos.
Ulrike Broschek, líder de Escenarios Hídricos 2030, iniciativa creada en 2016 por la Fundación Chile, con el objetivo de realizar estudios comparativos sobre el estado del recurso en el país; indica que el 44% de las causas del problema hídrico en el país, se relacionan con una deficiente gestión del recurso, mientras que un 17%, se debe al aumento de demanda del agua; otro 14%, a la contaminación de ésta; un 12%, a la disminución de la oferta; un 6%, al daño ambiental de los ecosistemas hídricos y un 5%, al alza de la frecuencia de desastres naturales.
En este contexto, se hace más que necesario proponer e implementar herramientas y tecnología innovadora que permita hacer un uso eficiente del agua y así alcanzar la seguridad hídrica.
La región de Magallanes, si bien, aun está lejos de un escenario como al que se enfrentan en el norte de Chile, las características climáticas y geográficas, siempre han sido una dificultad para lograr una mayor competitividad en el sector agropecuario, principalmente porque los ganaderos han tenido que lidiar con la escasez hídrica que se produce por el efecto de pérdida de humedad en el suelo generado por el viento, además de una pluviometría históricamente baja, que no supera los 30 mm al año (según datos aportados por el Servicio Meteorológico de Chile).
Por otro lado, la sobreexplotación de los pastizales naturales en la región, por el tipo de ganadería extensiva que se practica, ha generado un aumento progresivo de las tasas de erosión de suelo y por consiguiente la degradación de los pastizales. Con esto, uno de los rubros más afectados en términos competitivos, ecológicos y económicos es el silvoagropecuario, en el que INIA, a través de distintos proyectos, ha realizado diversos esfuerzos para diversificar y aumentar la pradera, pero que dada la condición climática de la zona, no han alcanzado los rendimientos que se obtienen en otras zonas del país.
“Innovaciones tecnológicas en el área de gestión hídrica para el aumento de la competitividad del rubro silvoagropecuario de Magallanes”, es el nombre del proyecto ejecutado por INIA Kampenaike y financiado por el Gobierno Regional, a través de un FIC-R, que busca en parte aplicar una solución novedosa para los problemas específicos de la región en cuanto al uso del agua y la productividad de sus praderas.
Francisco Sales, director regional de INIA Kampenaike explica que con este proyecto, “queremos generar un modelo de innovación en la productividad de las praderas. El agua es uno de los principales factores que influyen en la productividad éstas, por lo tanto, lo que queremos demostrar es que es posible innovar, a través de una tecnología que nunca se ha ocupado en la región, el riego subterráneo, para combatir uno de los principales problemas que inciden en la pérdida del vital recurso, la evapotranspiración y escasa pluviometría”.
El coordinador del proyecto, Jorge Ivelic-Sáez, señala que lo que se hará es el evaluar un sistema de riego por goteo subterráneo, que consiste en la instalación de cintas de riego a 20 centímetros de profundidad en el suelo, para que el agua llegue directo a la raíz de la planta.
“La idea también es instaurar la cultura del riego en Magallanes. Entre todos los sistemas de riego que existen actualmente, optamos por el subterráneo, ya que parece ser el más adecuado para las características climáticas de la región, debido a que el viento es uno de los factores principales que impacta de manera negativa cualquier otro tipo de riego, ya que aumenta la pérdida del recurso”. Es así como se busca que cada gota de agua aplicada se transforme en biomasa.
Para llevar a cabo este proyecto se están instalando y enterrando las cintas de riego en dos hectáreas en el Centro Experimental Kampenaike. Las cintas tienen orificios por los que salen las gotas de agua, a una distancia de 5 centímetros entre sí, esto con el fin de medir cuál es la distancia adecuada para la región y el tipo de superficie.
Sobre los costos de instalación, si bien la inversión inicial es alta, los beneficios ecológicos y productivos que traerán son mucho más elevados y significativos, sobre todo, tomando en cuenta que el sistema tiene una vida útil de más de 15 años.
Durante el invierno, el sistema permanecerá desaguado para evitar problemas con la escarcha, sin embargo para el mes de septiembre se proyecta el establecimiento de una pradera mixta y una de alfalfa para dar inicio al riego. En diciembre ya se estaría realizando las primeras evaluaciones de las plantas y cómo el riego ha mejorado la producción.
Además, se instará en las dependencia de INIA-Kampenaike un laboratorio de física de suelos para determinar parámetros edáficos como la curva de retención de agua (Curva pF) y la conductividad hidráulica, los cuales son fundamentales para caracterizar el suelo que se desea regar, ya que de esto depende la cantidad y frecuencia de riego.
El costo total de este proyecto, financiado a través de un FIC-R, del Gobierno Regional más aportes de privados, asciende a $113 millones y tiene una duración total de 18 meses.
Acerca de INIA
El Instituto de Investigaciones Agropecuarias (INIA) es la principal institución de investigación, desarrollo e innovación agroalimentaria de Chile. Vinculada al Ministerio de Agricultura, cuenta con presencia nacional y un equipo de trabajo de más de 1.000 personas altamente calificadas. Ejecuta al año un promedio de 400 proyectos en torno a 5 áreas estratégicas: Cambio Climático, Sustentabilidad, Alimentos del Futuro, Tecnologías Emergentes, y Extensión y Formación de Capacidades. Estas iniciativas contribuyen al desarrollo agroalimentario sostenible del país, creando valor y proponiendo soluciones innovadoras a los agricultores, socios estratégicos y la sociedad, generando una rentabilidad social que varía entre 15% y 25%, por cada peso invertido en cada uno de sus proyectos.