Durante el 2020, la revista científica Scientific Reports del grupo Nature Research publicó más de 500 artículos sobre ecología. Uno de ellos fue liderado por la genetista chilena Dra. Leyla Cárdenas, decana de la Facultad de Ciencias de la Universidad Austral de Chile (UACh) e investigadora del Centro de Investigación Dinámica de Ecosistemas Marinos de Altas Latitudes (IDEAL).
El trabajo académico, realizado en conjunto con expertos de la Universidad de Lával (Canadá) y del William College (Estados Unidos), dio cuenta del primer asentamiento de mejillones o choritos observado en la Antártica. Tras una serie de análisis en laboratorio, que incluyó una identificación en base a secuencias de ADN, el equipo de profesionales confirmó por primera vez la presencia de Mytilus cf. Platensis en el Océano Austral.
Los investigadores, además, determinaron que los individuos correspondían al mismo grupo genético de choritos que habita en la Patagonia (Chile y Argentina) e islas Kerguelen, ubicadas en el Océano Índico. Pese a ello, los ejemplares hallados carecían de la misma densidad y abundancia, y aunque aún faltan estudios, los investigadores creen que en el continente blanco necesitan asociación con otros organismos para sobrevivir.
El estudio recibió 3.353 descargas en 2020, lo que lo posicionó en el puesto Nº30 de los artículos de ecología más descargados de Scientific Reports.
“Este trabajo indudablemente ha llamado la atención de muchos investigadores antárticos. Aunque había ciertas creencias en torno a la posibilidad de hallar nuevos organismos en el Océano Austral, no existía la evidencia. Al encontrarla, muchos científicos hemos comenzado a hacernos nuevas preguntas de investigación”, afirma la Dra. Cárdenas.
La académica señala que es necesario continuar con los estudios de bioinvasiones para determinar si con el paso del tiempo, los organismos hallados se volverán abundantes y dominantes en los ecosistemas marinos antárticos.
“Las investigaciones biológicas cambian los ambientes. Hacen que se corra el riesgo de perder las particularidades de cada lugar. Cuando una especie nueva llega a un ecosistema prístino como el antártico, rompe el equilibrio, pudiendo desencadenar de forma acelerada una pérdida de biodiversidad”, concluye la investigadora.
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