El pasado 27 de enero, se cumplieron 76 años de la liberación del campo de concentración Auschwitz-Birkenau, ubicado en el sur de Polonia. En medio de las restricciones sanitarias por la pandemia Covid, los actos de conmemoración, se efectuaron de manera virtual. Se estima que sobreviven solo unas doscientas personas, actualmente, de esos prisioneros que fueron liberados por una patrulla, del Ejército rojo, de la Unión Soviética. Los relatos que han sido documentados, en un esfuerzo de conservar viva la memoria, son estremecedores. Se trata de la mayor maquinaria, jurídica, judicial, militar, científica e industrial, montada para exterminar, sistemática y planificadamente a un pueblo. No fue aquí la simple y aislada crueldad de algunos integrantes de la cúpula nazi. Por el contrario, fue una práctica metódica, una verdadera política pública, que el régimen nazi aplicó hasta el último día.
El campo de Auschwitz, fue el mas grande, y mas conocido campo de prisioneros. Pero hubo otros 5 (todos ubicados en Polonia), también diseñados para implementar, la “solución final”, el exterminio de los judíos. Auschwitz inició su construcción el 14 de junio de 1940, con un primer grupo de prisioneros polacos, usados como mano de obra. Fue diseñado con tres bases en su interior. Auschwitz I fue un campo de trabajo. Auschwitz II, como campo de exterminio, inició sus funciones en octubre de 1941, contaba con cámaras de gas y crematorios. Y Auschwitz III, que inició operaciones en mayo de 1942, como mano de obra esclava para la planta química de IG Farben, construida en las cercanías.
Miles de vagones de tren, que recorrían Europa con perfecta sincronización, alimentaron la máquina de exterminio. A su llegada a Auschwitz, los recibían las luces de fuertes reflectores, ladrido de perros y los gritos de los guardias. Un letrero a la entrada del campo, anunciaba con una crueldad infinita “ARBEIT MACHT FREI”, “El trabajo os hará libres”. Se estima que sólo en Auschwitz-Birkenau, fueron asesinados entre un millón doscientas mil a un millón quinientas mil personas. Pero no sólo judíos, también políticos polacos (comunistas y socialdemócratas), prisioneros de guerra soviéticos, gitanos, homosexuales, personas con discapacidades, católicos y protestantes). Sólo en los campos de Polonia, se estima murieron unos 6 millones de judíos. Las cúpulas nazis se jactaban de haber logrado asesinar en un solo día, a 6 mil prisioneros
Múltiples historiadores han documentado, que la implementación del asesinato masivo, al exterminio colectivo, se llegó luego de constatar, los efectos psicológicos en las tropas, de los fusilamientos en masa. Soldados y oficiales de la Wehrmacht, reportaban secuelas luego de ejecutar a decenas o a cientos de personas, hombres, mujeres y niños. De allí que los científicos y los médicos nazis, idearon una fórmula que permitiera aumentar el número de muertes, y reducir los efectos en las tropas. Una pieza clave en la máquina de exterminio de Auschwitz y los demás campos de muerte, fue el compuesto químico denominado “Ziklon B”, que era cianuro de hidrógeno cristalino, usado en las cámaras de gas. Este gas era fabricado por el conglomerado químico IG Farben. La mayor industria química del mundo, nacida de la fusión de las alemanas Bayer, Basf y Boechst, la que realizó convenientes y lucrativos negocios con el régimen nazi. En los juicios de Nuremberg, se procesó y sancionó a parte de su cúpula.
El comandante de las tropas soviéticas que liberó Auschwitz, refirió que, a su llegada, deambulaban niños, con brazos como alambres, con el vientre hinchado y grandes cabezas. Repetían una y otra vez “No somos judíos, no somos judíos”. En las barracas, el olor nauseabundo de los cadáveres, que nadie había retirado de las literas. Cientos de prisioneros que no entendían, ni creían que estaban siendo liberados. Se encontró galpones llenos de fardos de cabello, clasificado de acuerdo a su calidad. El mas fino, proveniente de bebés y niños pequeños, estaba destinado a rellenar las almohadas de los soldados. El resto, rellenaba sus colchones. Se encontró habitaciones llenas de juguetes, y de ropa de niños. Otra llena de artículos de lujo, como finas carteras, cinturones, bolsos o pantallas, fabricadas con piel humana.
La mantención de sitios de memoria, no sólo en Polonia, donde está Auschwitz, y los otros 5 campos de muerte, sino también en Alemania, ha sido un compromiso de los países y sus gobiernos, desde el fin de la guerra. Lo iniciaron las tropas aliadas, quienes llevaron a los habitantes de los pueblos vecinos a los campos, a presenciar el horror que ocurría frente a sus narices. Las nubes de cenizas que salían de los campos día y noche, estaban a simple vista. Hubo una complicidad silenciosa, que es el germen de toda tiranía. Las Organización de Naciones Unidas en 2005, mediante la resolución 60/7, instituyó el día 27 de enero como el “Día Internacional de conmemoración de las víctimas del holocausto”, en recuerdo de ese día 27 de enero de 1945, día de la liberación del campo de exterminio de Auschwitz.
Recientemente la canciller alemana, Angela Merkel, rindió homenaje al teniente coronel Claus Schlenk Von Steuffenberg, y a sus hombres de la “Operación Walkiria”. Ellos protagonizaron en 1944, un atentado con maletín explosivo, que pretendía liquidar a Hitler y a sus principales secuaces. La canciller alemana expresó “Hay momentos en que la desobediencia es obligatoria”, reivindicando el derecho a resistencia en defensa de la democracia y reconociendo como patriotas a Steuffenberg y sus hombres.
En Polonia, uno de los sobrevivientes el Sr. Marian Turski, en el acto conmemorativo por el 75° aniversario, realizado en 2020, señaló “»Auschwitz no apareció de la nada. Auschwitz se arrastró, paso a paso, se acercó, hasta lo que pasó aquí. Y eso significa que puede suceder en cualquier parte de la Tierra. Es muy importante: no sean complacientes cuando vean mentiras históricas. No sean complacientes cuando se discrimine a cualquier tipo de minoría. La esencia de la democracia reside en el gobierno de la mayoría, pero que los derechos de las minorías deben ser protegidos. Porque, si te vuelves complaciente, antes de que te des cuenta, ‘un Auschwitz’ aparecerá repentinamente de la nada y te sobrevendrá a ti y a tus descendientes.»
Ernesto Sepúlveda Tornero