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“ANNUS HORRIBILIS A ANNUS MIRABILIS” por José Saldivia Díaz

Que duda hay hemos pasado un año horrible, con toda seguridad uno de los peores de nuestra vida y que nos deja una lección como ningún otro, colocando ante nuestros ojos una realidad dolorosa e ineludible como es lo precaria que puede ser la existencia humana en su conjunto, lo indefenso e inseguros que somos frente a hechos que desconocemos y no controlamos y lo endeble que nos situamos en todos los aspectos incluidos los más cotidianos.

Pensábamos que vivíamos en un mundo donde muchos de los males estaban bajo control, que con salvedades éramos  más menos ordenados y que en un alto porcentaje todo era previsible. Hoy sabemos con absoluta certeza que si algo hemos perdido es la confianza, que no todo estaba bajo control y que las incertidumbres hacen ver la realidad ahora llena de inseguridades y  vacilaciones. Nadie está libre de los efectos de la pandemia y mucho menos alguien puede presumir que tiene las ideas por donde transitar y enfrentarla.

Lo que puede en una oportunidad aparecer como una solución, en otro ser revisado y quedar desechado.

Esta indeterminación entre quienes toman las decisiones hace que muchas de las resoluciones no sean obedecidas totalmente por la gente y presenten un significativo y progresivo  nivel de rechazo, otros  saltan los controles, se miente a destajo o simplemente se pasa de algo que está planteado como bueno y beneficioso para las mayorías.

Pareciera ser que cada vez más el ciudadano escucha menos y actúa en su propio arbitrio. Esto ha debilitado a la autoridad y a las instituciones que deben resolver o aminorar las consecuencias de una situación que tiene en entredicho la existencia misma.

Esta incertidumbre es algo que debieran  tener muy en cuenta las personas y que ante todo  la autoridad no está allí para dejar pasar , sino para resolver los problemas, alivianar efectos y responder por lo bien o mal que pueda estar frente a una crisis tan profunda como la que estamos viviendo.

Eso sí, lo que nunca puede la autoridad es eludir su responsabilidad bajo ninguna circunstancia, es mas debe dar cuenta de todos sus pasos sean estos exitosos,  desfavorables o desacertados.

La autoridad no es elegida por la gente para contar cuentos, acudir a recepciones, desfiles o recibir honores. Esta allí puesta por la gente,  para hacer cosas que beneficien a la gran mayoría y que los problemas que le afecten tengan los menores efectos nocivos y no salir con la excusa de que lo acontecido no estaba previsto. La autoridad se evalúa por su capacidad de respuesta, por sus  aciertos y desaciertos y no por escapar de la realidad con risas oportunistas, frases construidas, chistes de mal  gusto o enojos que dan cuenta de la inoperancia, de la  falta de ideas y lo más grave la falta de decisión.