No es ajeno para nadie, según vamos acercándonos al fin de año, ir evaluando lo vivido; los proyectos realizados, las personas alcanzadas, en definitiva, los bueno y malo momentos que hemos vivido.
Tengo la seguridad que dos cosas que tendremos en común al evaluar este 2020, será que no lo olvidaremos fácilmente y que hemos tenido aprendizajes significativos.
Hay quienes decidieron aprender a cocinar algún plato de su agrado, realizar un pasatiempo, o reforzar sus competencias digitales, pero creo que el aprendizaje más relevante, es vernos a nosotros mismos, ante la incertidumbre y la decisión de otros sobre que poder hacer o no; otro aprendizaje, ha sido saber realmente a quienes extrañamos o con quien queremos pasar el tiempo.
Muchas de esas personas que hemos extrañado y a las que no nos hemos podido acercar, son los familiares y amigos, no obstante, creo que quienes tienen hijos e hijas, en particular, han disfrutado (por sobre todos quienes tienen hijos e hijas pequeños/as) de ver su crecimiento y pasar más tiempo, por la imposibilidad de llevarlos a los centros educacionales.
Si algo nos podemos llevar de este 2020, son los verdaderos cariños y prioridades, no busquemos volver a una “nueva normalidad”, sino asumamos una “nueva realidad”.
Como reflexión final y como dice el cliché “seamos constructores de nuestros propios destinos”, además de lo “necesario” como el trabajo o la educación, armemos nuestra nueva realidad, en la que podamos mirarnos de frente, con respeto y cariño; dando tiempo a lo que realmente importa y a quienes realmente lo necesitan.
Que esta síntesis se aplique no sólo a nuestro fuero interno, sino también a nuestra situación relacional total.
Hay mensajes, correos o llamadas que se pueden responder más tarde, pero no así esa conversación sincera y cercana con quién nos rodea de forma más cerca y con quienes muchas veces compartimos apellidos y sangre, pero no el caminar de nuestras propias vidas.
Javier Muñoz Vidal
Licenciado en Educación
Vanguardia Comunitaria