La Universidad de Magallanes (UMAG) e Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB) se adjudicaron una de las propuestas “top ten” del IX Concurso de Equipamiento Científico y Tecnológico Mediano Fondequip, convocado por la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo.
Este proyecto permitirá a que el Parque Omora, en isla Navarino, se integre a una red nacional y mundial de monitoreo del intercambio de gases de efecto invernadero entre la atmósfera y los ecosistemas, fijándose lo que ocurre en las turberas y bosques más australes del planeta.
La iniciativa fue postulada por el Instituto de Ecología y Biodiversidad, una de las instituciones que junto a la Universidad de Magallanes, Universidad de North Texas y Fundación Omora promueven el desarrollo de ciencia en la Reserva de la Biósfera Cabo de Hornos.
El ingeniero civil en geografía y doctorante en ciencia antártica y subantártica de la UMAG, Francisco Aguirre, destaca que el proyecto fue seleccionado entre 20 iniciativas elegidas de más de 200 postulaciones a nivel nacional. Para ello se adjudicaron recursos por $400 millones y Aguirre explica: “Acá se está reforzando y ampliando la actual red existente que son estaciones que están muy enfocadas en el centro sur del país y era todo el monitoreo que tenía Chile asociado al estudio de los ecosistemas terrestres y participación en el intercambio de gases. Llamémoslo la interacción biósfera y atmósfera identificando si son sumideros o emiten gases efecto invernadero y como el cambio climático afecta este equilibrio”, resume el investigador.
Es relevante que al ampliarse la red se suman 14 grados sur al instalar a futuro equipos en el Parque Omora en Puerto Williams, en una zona de bosques y de turberas.
“Adicionalmente las turberas están consideradas como la emisión bioegénica de metano más grande del mundo. Actualmente estas emisiones no son consideradas en ningún modelo de cambio climático”, explica.
Magallanes posee la mayor extensión de turberas en Sudamérica y allí la importancia de los investigadores por fijar la vista en las de Magallanes y evaluar cuánto influyen en el cambio climático.
“El metano y el carbono son dos gases invernaderos, pero el metano en el corto plazo llega a tener más de 72 veces la capacidad de gases efecto invernadero relacionado al CO2. Tiene una capacidad mucho más grande de capturar energía. Y ese es un poco la gran diferencia que tiene el metano con el CO2 asociado con el cambio climático. Tiene un impacto mucho mayor en el corto plazo”, sostiene Francisco Aguirre.
Y agrega que el efecto invernadero, que es la energía que llega a la tierra y después es liberada como energía en onda larga o calor latente, es atrapada y mantenida por el metano dentro de la tierra. Así aumenta aún más la temperatura del planeta por estas emisiones de metano. Tiene un impacto mucho mayor, dice Aguirre.
Otro dato importante es que el carbono o CO2 es súper estable en la atmósfera y no tiene la degradación como la puede tener el gas metano.
“La parte viva de la turbera –agrega- es el famoso pompón que vemos en su superficie a ras de suelo y tiene un manejo de extracción. La parte muerta puede extenderse hasta 10 metros de profundidad. Si la turbera muerta es expuesta, entonces el metano contenida en ella se libera acelerando calentamiento global”.
“Con las mediciones que realizaremos podremos detectar posibles problemas asociados a variaciones en clima como la falta o cambios en el tipo precipitación, aumento de los vientos y temperatura, disminución de la temporada de nieve”, afirma Francisco Aguirre.
La falta de lluvia puede provocar la degradación de la turbera, como él mismo lo ha visto en el monte Tarn, al sur de Punta Arenas, donde se refleja la sequedad en la degradación de los pompones. Ahora bien, el cambio climático puede generar una resequedad de las turberas y provocar la pérdida de capacidad de consumir CO2, su liberación y aumentar la emisión de metano.
Con este proyecto de alguna forma realizarán una evaluación “médica” de las turberas y cómo el cambio climático afecta el intercambio de gases de efecto invernadero.
En la zona de turba el equipo de medición quedará instalado en la superficie y la estación a no más de dos metros de altura, mientras que en zona de bosque la estación quedará sobre el dosel de los árboles a una altura proyectada entre los 20 y 25 metros. Ambas estaciones al interior del Parque Omora estarán distantes a unos 300 metros entre sí.
Además, quedarán conectadas con los equipos de la Universidad de La Serena del Centro de Estudios Avanzados de Zonas Aridas, como también a la red de Senda Darwin. “Será una triangulación entre La Serena, Senda Darwin y Omora, los tres sitios fundadores de la Red de Estudios Socioecológicos a largo plazo que tiene Chile”, explica Aguirre.
Otra innovación es que con la llegada de la fibra óptica austral hasta Puerto Williams, este proyecto podrá contar con el apoyo del Centro de Modelamiento Matemático y la Facultad de Ciencias Agronómicas de la Universidad de Chile, la Red NEXER y la Universidad de la Serena y el apoyo internacional de Max Planck Institute (MPI) y la Universität Hamburg (Alemania), Universidad de Campinas (Brasil), Universidad de North Texas y la Universidad de Colorado Denver , ambas de Estados Unidos. De esta manera la conectividad potenciará la colaboración de estudios de cambio climatico comparativos a nivel global.
Aguirre destaca también la vasta experiencia de los investigadores Jorge Pérez Quezada y Francisco Squeo del IEB en estudios entre interfaces de gases efecto invernaderos con la biósfera.