Esta semana partió el querido creador, dibujante, y observador agudo de la vida, don Joaquín Lavado, conocido en el mundo como Quino. Un autor prolífico de tiras cómicas, que de cómicas no tenían demasiado, y sí abundancia de sabiduría popular. Seguro casi todos los recuerdan por ser el padre de Mafalda, esa niñita hija de una familia de la clase media argentina, de por allá los años 60. Esta misma semana Mafalda cumplía 56 años desde su creación. Quino fue una voz muy clara, y valiente, en tiempos del oscurantismo. Aquel tiempo de sables y de uniformes, que desangró América Latina por décadas. La maestría de la vida, que tenía Quino, le hizo representar en sus personajes, a generaciones completas. No sólo de argentinos, y latinoamericanos, sino de habitantes de cualquier lugar de este planeta.
Mafalda, mostró una preocupación constante por los mayores, por la naturaleza, por el amor o la falta de este, y una esperanza gigantesca por la paz. Porque el mundo viviera, aunque sea un pequeño instante de paz.
Quino fue un agudo observador de la contingencia social y política, le preocupaban sobremanera los desposeídos, los trabajadores oprimidos. Todas o la gran mayoría de sus dibujos de los últimos años, tenían esa temática. Supo plasmar la realidad, con un estilo simple pero elegante, lejos del panfleto político, lejos de toda odiosidad. En tiempos en que las personas se aferran a jirones de ideologías, a retazos difusos de proyectos de otras épocas, de otras tierras. En tiempos en qué por una diferencia de opinión, se desatan las furias, y con facilidad se llega incluso a la violencia física. Revisar sus obras, es un solaz, un pequeño recreo. Donde podemos perder la noción del tiempo, con las ofertas del “Almacén don Manolo”, las preocupaciones y timidez extrema de Felipe. Siempre a punto de hablarle a la chica que le gusta.
Cuando vivimos, angustiados por la pandemia, que pareciera no terminar. Podemos darnos el tiempo de mirar el mundo, no desde el adulto que cree saberlo todo, que tiene todas las respuestas. Sino desde la mirada transparente de un niño o una niña, cuyo universo completo, cabe en una cajita de cartón, en un dibujo, en un libro. Aunque las preocupaciones materiales, muchas veces nos cieguen, y no podamos ver otra cosa, que no sea la batalla cotidiana. En el fondo, todos nosotros anhelamos, esa paz, esa alegría simple y sencilla de los más pequeños.
Hagamos esta semana, un pequeño esfuerzo, dejemos por un momento de ser esos adultos tan graves, que pareciera que no ríen nunca. Hombres y mujeres de ceño adusto, que parecieran llevar la nube negra sobre sus cabezas. Hagamos un pequeño esfuerzo y pensemos en los niños, en darles un momento de alegría, de juegos, de risas. Que sea nuestro homenaje al gran Quino, y hagamos felices a los más pequeños de la casa. Que esta semana, no todo sea lecciones y platos de sopa, dejemos espacio también para Mafalda y sus amigos puedan hacer de las suyas.
Hoy cumple años mi hijo Santiago, y trataré de compensar con mi cariño y mejor sonrisa, todos aquellos momentos que ha tenido que estar pegado a una pantalla, en clases online. La vida es demasiado valiosa, para que se nos vaya de este modo.
Y a ti querido Quino, te seguimos leyendo.
Ernesto Sepúlveda Tornero