Cuando los/as chilenos y chilenas nos sentamos frente al televisor el 5 de septiembre de 1988 a mirar por primera vez la franja televisiva, nos encontramos con un mensaje lleno de esperanza y alegría de que las cosas podían ser diferentes, sin odio sin violencia. El mensaje era uno solo y muy claro, había que derrotar en las urnas a la dictadura sangrienta que desde 1973 gobernaba ilegítimamente el país y que produjo el quiebre institucional mas importante de nuestra historia democrática. Este plebiscito era el tercero de los cuatro que se realizaron en esa oscura página de la historia chilena y por primera vez se votaba con registros electorales, organización de la oposición y campañas políticas televisadas que daban una sensación de legitimidad dentro del marco de represión e impunidad que impuso el régimen hasta el último de sus días. La franja se emitió hasta el 1 de octubre de 1988 y buscaba informar a los mas de siete millones de chilenos y chilenas habilitados/as para votar, el equivalente al 92% de aquellos/as facultados/as para emitir su preferencia. A lo largo de estos 32 años se ha escrito y comentado mucho acerca del éxito de la campaña opositora de la época y como el oficialismo fue incapaz de aprovechar la oportunidad de validar el régimen con todo a su favor, presentando una campaña televisiva del terror, violenta y alejada de la realidad que el país vivía en ese entonces y que además fue intervenida a partir del resultado poco auspiciador en las encuestas de percepción, nada muy diferente a lo que presenta el oficialismo en la actualidad.
Pero buena parte del éxito de la franja por el No estuvo dada por la capacidad de los actores políticos y los partidos de la época de dar cabida y participación al más amplio espectro de organizaciones y representaciones populares en una campaña que convoco a millones de chilenos y chilenas de todas las edades y por todos los rincones del país con la certeza que era posible dar un portazo al autoritarismo y la corrupción instalados en lo más profundo del Estado.
Hoy en pleno período de campaña para el plebiscito del 25 de octubre y habiendo visto la franja actual, se vuelven aún más nostálgicos los recuerdos de ese hito de la política nacional, sobre todo observando la oportunidad desaprovechada por los partidos y actores políticos de dar una clara señal de Unidad con el APRUEBO y la CONVENCIÓN CONSTITUCIONAL, presentando un espacio televisivo falto de ideas y originalidad alejada de esa propuesta convocante a dar un triunfo contundente y capaz de remover las conciencias políticas y hacer entender de una vez que en los próximos procesos eleccionarios de nuestro país nos jugamos los próximos 40 años.
Lo positivo es que aun estamos a tiempo de enmendar el rumbo y contribuir todos y todas en entender que hoy es imprescindible la búsqueda de acuerdos en torno a los procesos que vienen y que nos aseguren enfrentar en Unidad la elección de nuestros/as representantes y consolidar un triunfo de cara a la elección de constituyentes que nos permita la elaboración de una Constitución que de respuesta a las demandas sociales y refleje la diversidad cultural, social y política actual. Ese éxito solo es posible y en términos bien prácticos en un máximo de dos listas de candidatos y candidatas a constituyentes donde deben caber todos y todas, para lograrlo se requerirá de mucha generosidad y amor por Chile. De conseguirlo, se cumplirá con el sueño de millones de chilenos y chilenas de tener una carta fundamental redactada en democracia y con contenidos acordes a ese valor, la primera escrita en igualdad por mujeres y hombres. Aún estamos a tiempo de estar a la altura y cumplir con la historia.