Eugenia Mancilla Macías
Ex Intendenta Regional de Magallanes
Vanguardia Comunitaria
El Acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución, firmado el 15 de noviembre de 2019 entre 11 de las 14 fuerzas políticas presentes en el Congreso, constituye el hito político mas importante de las últimas décadas en Chile. No solamente porque fue la respuesta política al estallido social de octubre de 2019, sino porque le dio el último adiós a la Constitución de 1980 e inicia el camino de un proceso constituyente inédito, para solucionar la crisis social y política que atravesamos. Por cierto, el próximo 25 de octubre a través de un plebiscito debemos decidir si aprobamos o rechazamos una nueva constitución y que tipo de órgano deberá redactar esa nueva constitución. Por mi parte no tengo dudas en aprobar y decidir por la Convención Constitucional aquella integrada exclusivamente por miembros elegidos popularmente. Por ello no está en duda, que contar con una nueva, democrática y representativa Carta Fundamental es uno de los hechos políticos más importantes de la vida nacional. Chile requiere una nueva Constitución. No es un deseo ni antojo del momento político del país. Es una necesidad. En primer lugar, porque la constitución política vigente tiene un origen ilegítimo. Fue redactada en un tiempo de excepción política, en plena dictadura y donde los ciudadanos fueron a votar sin participar en su redacción ni conocer sus detalles. Por otra parte, Chile no puede seguir anclado a una constitución que divide a los chilenos. En efecto, una Constitución Política debe unir, debe ser un instrumento que regule nuestra convivencia, un espacio en el que podamos reunirnos todos aquellos que, siendo diferentes y pensando distinto sobre tantas cosas, compartimos, sin embargo, elementos esenciales, como por ejemplo que para todas y todos los chilenos se encuentre garantizados derechos fundamentales como la Salud y Educación. El Estado chileno debe declararse y asumirse como un Estado Social y Democrático de Derecho. El reconocimiento timorato, y a regañadientes, de los derechos sociales genera un desequilibrio constitucional. Se debe también, reconocer la realidad diversa de nuestro territorio declarándonos un Estado Unitario Descentralizado que permita el desarrollo autónomo de las regiones en la administración de su territorio y sus recursos, descentralizando el poder central de la capital que hoy nos asfixia y no nos permite crecer y desarrollarnos. Necesitamos una nueva Constitución porque debemos declarar sin tapujos – nuestra riqueza- nuestra realidad multicultural reconociendo a nuestros pueblos originarios. Requerimos una nueva Constitución que asegure un gobierno efectivo de las mayorías ciudadanas. Finalmente, y quizás lo mas importante, necesitamos una nueva Constitución porque debemos cambiar de manera fundamental nuestro modelo socioeconómico neoliberal. Pasando, de un Estado Subsidiario donde se delega en el sector privado las decisiones económicas mas importantes, a un Estado solidario y activo en las áreas estratégicas del país. Es evidente que detrás de cada injusticia que habitualmente se produce en materias de salud, en educación, en el trabajo, en el acceso a la vivienda propia, hay un derecho inexistente o vulnerado y una incapacidad del Estado para garantizarlo o repararlo. Por ello es tarea de todos sumarnos a este proceso, la Nueva Constitución será posible sólo con la participación de todos y todas, los que deseamos el fin de la desigualdad social, cultural y económica que arrastra por décadas nuestra querida nación.