El intendente de Magallanes, José Fernández, en un arrebato de inocencia, llamó al Ministerio del Interior para acusar que había rumores de que habría cambio de autoridad regional.
El Ministro le contestó: “qué bueno que haya llamado. Está despedido”. Y con esa delicadeza que tiene el gobierno, y al igual que pasó con el ex intendente Christian Matheson, se anunció que Fernández “había presentado su renuncia”. Plop de Fernández. La verdad sea dicha, los intendentes son de la confianza del Presidente, por lo que este puede despedirlos cuando se le antoje, sin dar explicaciones. No se entiende, entonces, ese afán de mentir y decir que el despedido, “presentó su renuncia”. La mentira parece estar en el ADN del gobierno.
Después, en Santiago, se echó a correr el rumor, seguro desde La Moneda, que a Fernández lo habían echado por no saber controlar la pandemia en Magallanes.
Y en busca de otro culpable, el ministro de Salud, Enrique Paris, declaró que el aumento de casos en la región se debía a errores de laboratorios en Punta Arenas.
Rapidito salió su subsecretario a desmentir a su jefe y a asegurar que no había errores y que tal teoría estaba descartada.
En resumen, la culpa no fue del intendente saliente ni de los laboratorios magallánicos, declaración del ministro que fue rechazada con indignación por los profesionales universitarios de los servicios de salud, que además exigen que el ministro Paris se disculpe públicamente.
En busca de otros culpables, se anunció la visita a la región de los subsecretarios Zúñiga, Daza y Martorell, pero después se arrepintieron porque dijeron que aquí había mucho viento.
Habrá que esperar mejor clima para que los mandamases de Salud averigüen qué funciona mal y a quien hay que echarle la culpa.