1.- ¿El sindicato debe actuar distinto en situaciones de crisis, como es el caso de una pandemia?
Definitivamente no, al menos en lo que es su rol esencial. Ni aceptar suspensión de beneficios si no queda claro el momento de la restitución de los mismos, ni postergar o suspender las obligaciones de la patronal, si no hay argumentos de peso y queda claro que solo es momentáneo y se retomará lo que corresponde en el menor tiempo posible.
¿Porque está actitud tan rigurosa?
Porque todo el andamiaje del sistema está estructurado para beneficio de la patronal, y si los trabajadores no toman resguardos terminarán siendo afectados.
Por eso, y aunque para muchos puede parecer un discurso repetitivo, la principal obligación del sindicato en este momento es apostar a su solidificación y crecimiento. Infórmando a los trabajadores en forma permanente de sus derechos, lograrán que estos tengan total confianza en las acciones que se desarrollen, e incluso lograrán que la información se difunda más allá de los límites de la organización.
Debemos estar muy claros en que habrá costos, pues las empresas no van a hacer la perdida sin considerar a sus trabajadores, pero dichos costos en ningún caso deben significar la renuncia a derechos, como el pago total de las indemnizaciones y demás beneficios pactados en los contratos individuales y/o colectivos.
Por último no está demás reiterar a sindicalizados y no sindicalizados, lo importante que es revisar regularmente el pago de las imposiciones y así evitar lagunas previsionales que puedan afectarles a futuro.
2.- El plebiscito de 1980 fue una maniobra de la dictadura, pero ese 30,19% del NO, fue la respuesta de un pueblo que, golpeado y todo, tenía claro que al menos había que ir a rechazar la propuesta del dictador.
Tal y como se había resuelto en 1980, se convocó a un nuevo plebiscito en 1988 y nuevamente la discusión por lo que había que hacer fue larga y dura.
Finalmente se optó por llamar al pueblo a marcar NO y se dijo que no se renunciaba a ninguna de nuestras demandas y aspiraciones.
Muchos se fueron sintiéndose traicionados, pero no sé quedaron a luchar y se quedaron solos, dolidos y sin participar en nada o terminaron acomodándose con el modelo, dejando atrás lo que se suponía compromisos irrenunciables con el pueblo.
El SI a Pinochet obtuvo el 44,01% de los votos y el NO un 55,99. Más allá de ese resultado, muy pocos se detuvieron a preguntarse porque y como el dictador estuvo apenas a 6% de mantenerse en el poder.
¿Control total de los medios de comunicación, miedo a la repetición de los peores hechos vividos en dictadura, deficiente organización que posibilitó la penetración de las propuestas de la dictadura, otras?
Cualquiera sea la respuesta a lo anterior tenemos nuevamente a un pueblo participando de un proceso plebiscitario, con la diferencia que aquí hay una masiva participación y una propuesta contra la dictadura que concito una adhesión mayoritaria, pero cuyas propuestas en caso de victoria no se transformaron en hechos concretos.
No podemos olvidar que en 1989, para la primera elección, se propuso en un programa de gobierno revisar las privatizaciones, entregar derecho a negociación a Federaciones y Confederaciones de trabajadores, restablecer la indemnización por años de servicio sin tope, entre muchas otras.
No fue la última traición y de eso tenemos suficientes ejemplos en estás decenas de años, sin embargo ¿podremos buscar alguna vez las razones de nuestras fallas, y no seguir solo culpando a los que siempre han traicionado la confianza del pueblo?
3.- Lo concreto es que depende de nosotros y si no fuimos capaces de poner las cosas a favor nuestro, no podemos sancionar ni maldecir a quienes han adoptado una posición que no es la nuestra. Hay que seguir trabajando para educar y convencer.