La pandemia ha dejado en evidencia todas aquellas realidades que por décadas todos observábamos y que de alguna manera guardábamos, como quien guarda el polvo bajo la alfombra.
La crisis social, sanitaria y política es tan profunda, que a Chile atravesar por sus horas más difíciles en las últimas cuatro décadas, develando una cruda realidad, desconocida por la elite y marcada por la desigualdad establecida en la diferenciación social desde la cuna, y que afecta a niñ@s, jóvenes, mujeres, pueblos originarios, diversidades sexuales, la que se manifiesta en el acceso a la salud, educación, al trabajo y la administración de justicia donde el trato es siempre diferente para unos y otros.
La crisis es social, porque desnuda las diversas falencias en el funcionamiento de nuestra sociedad, devela que la mitad de los hogares más vulnerables en Chile vive de ingresos informales, mientras que la otra mitad lo hace con ingresos por bajo la línea de la pobreza, en todos ellos los aspectos básicos no están siendo resueltos. La incertidumbre de saber si se contará con alimento al día siguiente, está más presente en las poblaciones de todo el país.
Ésta se profundiza, cuando la respuesta del estado llega a destiempo, y está dejando fuera a miles de compatriotas que han visto mermados sus ingresos por múltiples causas.
La crisis es sanitaria, ya que pone en evidencia nuestras desigualdades en el acceso a la salud. El colapso del sistema estatal y el abandono del Estado durante 50 años a la salud pública.
Desde la tristemente célebre frase “Nuestro sistema de salud es uno de los mejores y más eficientes del planeta”, hasta ver cortes del suministro eléctrico durante intervenciones quirúrgicas, falta de insumos médicos, inexistencia de sanitización y fumigación, u hospitales totalmente inundados por las recientes lluvias, sin pasar de largo por el colapso aparejado al aumento de los contagios por el COVID-19.
Es sabido que el virus es para todos el mismo, la diferencia radica desde donde lo enfrentamos. Sin duda que el confinamiento es un privilegio para algunos y calvario para la gran mayoría.
La crisis es política, porque esta ha sido incapaz de dar respuesta oportuna y adecuada a la crisis social y sanitaria, más bien ha profundizado las fracturas y desconfianzas entre los actores políticos, hacia la política y sus partidos en general, provocando un mayor distanciamiento en todos los sentidos, viendo muy lejano las posibilidades de avanzar en acuerdos amplios que incluyan a lo(as) actores sociales, sobre todo en este momento en que el banco mundial vaticina la peor crisis que enfrentará América Latina y del que por supuesto nuestro país no será un oasis.
Es aquí donde debemos entender por qué el estallido social de octubre de 2019 es la máxima expresión de descontento popular, mochila pesada que se arrastra por años.
Vivimos tras la sombra de un modelo que no representa a la mayoría de los chilenos y chilenas, ya que nos mantiene empobrecidos(as) y excluidos(as), mientras los defensores del sistema aumentan sus ingresos convirtiéndose cada día en más obscenamente ricos.
Este descontento, obligó a la política tradicional a buscar mecanismos de respuesta que aplacaran la rabia contenida, dando vida a un camino de elaboración de una nueva constitución que sea representativa del sentir de todo(as) y cada uno(a) de lo(a) habitantes de este país. A pesar de ello, no hemos avanzado lo suficiente en este camino que busca cambiar el modelo que nos mantiene atados, aún se observa que las respuestas a las demandas sociales no se abordan de manera integral, con una mirada a largo plazo, con políticas públicas universales y equitativas, que recupere la senda de construir sujetos de derechos.
Por ello el pueblo, demanda cambios profundos a este inhumano modelo, que se tambalea a cada segundo, donde no se ha querido avanzar en las transformaciones necesarias para mejorar la calidad de vida de las personas, sistema que entrega pensiones miserables, sueldo mínimo que no cubre las necesidades de una familia, que hoy, además, promueve el desempleo como una alternativa a la contingencia, y no la retención laboral, siguen ciegos(as) ante esta crisis social, económica, política y sanitaria.
Una ciudadanía crítica, que se manifiesta, se levanta y demanda mayor justicia, equidad y respeto, que ante la acción tardía del estado, se organiza, y así van surgiendo diversas de movilización solidaria, que buscan dar respuesta a lo más inmediato, a lo más necesario, alimentar a las familias que han perdido sus fuentes laborales y por ende, la capacidad de solventarse por sí mismas.
Es así como emergen y resurgen las ollas comunes, los roperos solidarios, las mesas solidarias, el trueque como respuesta, el sentido de colaboración colectiva.
Movilizando y gestionados recursos desde la comunidad, y nos volvemos a encantar con lo comunitario, con el territorio y sus organizaciones, movimientos sociales, colectivos, mujeres organizadas, vecinos, vecinas, profesionales.
Es aquí cuando se requiere que el estado tenga conexión con la ciudadanía, trabajo con las organizaciones de la sociedad civil, saber coordinarse para mejorar la entrega de las prestaciones sociales, lo cual no ha ocurrido. Hoy, estas comunidades son un ejemplo de solidaridad y compromiso social, de participación y colaboración.
Pensar en las medidas que el gobierno ha impulsado, devela la poca conexión con las necesidades de las familias chilenas, aquellas que más lo necesitan, canastas familiares, ingreso de emergencia, bonos, que son una alternativa hoy, pero que no solucionan los problemas de fondo, son medidas a corto plazo, que sin duda en el instante sirven para contrarrestar, pero que no terminaran con el hambre, la pobreza y el desempleo.
Por todo lo anterior, la respuesta del pueblo debe ser local, fortalecer las organizaciones comunitarias, los voluntariados, los movimientos, los colectivos, las diversas manifestaciones de participación social, que son la base para una comunidad que necesita un espacio donde resolver sus necesidades y canalizar sus demandas.
Lo comunitario debe ser la respuesta ante esta crisis que vive el país. Por ello, este sentido de organización colectiva, de participación comunitaria, autogestionado y autoconvocado, es una manera no solo de resolver la necesidad más básica que es comer, sino que también es una manera de manifestarse, de levantarse contra un estado indulgente, que no ve las necesidades de nuestro Chile.
La historia de nuestro país, está marcada por la valentía de sus ciudadanos y ciudadanas, por su capacidad organizativa en tiempos de crisis, desde el territorio, con la idea clara de subsistir, por la impotencia y la desesperación. Hay ejemplos de ello, la crisis debido a la Gran Depresión en los años ’30, la dictadura militar que obligó a generar estas instancias colectivas como respuesta no solo de manifestación del descontento, sino más bien una respuesta para sobrevivir.
Hoy, si bien el contexto pudo haber cambiado, especialmente porque nos encontramos en un país que goza de una democracia representativa, nos hemos visto inmersos en un momento donde resurgen las dificultades laborales y económicas, se observa en esta forma de organización una respuesta solidaria y con un fuerte sentido de justicia y equidad, donde la dignidad es el motor que mueve a quienes están detrás de las distintas instancias, así como hacen referencias algunas autoras “Hambre + Dignidad = Ollas Comunes”, hoy también podemos decir que tanto la olla común, la olla solidaria, la mesa solidaria, las campañas de recolección de alimentos, es resultado de la ecuación “Desempleo+hambre+dignidad+derechos”.
No podemos quedarnos indiferentes ante la situación nacional, hoy solo estamos observando una parte de las consecuencias que está detrás de la pandemia y que se arrastra desde la revuelta social, debemos exigir a quienes le hemos delegado nuestra representación, escuche el clamor popular, y propongan políticas públicas de largo plazo, que no tambaleen por un cambio de gobierno, que sean universales y transversales, que involucren a todas y todos, para ello es necesario autoridades dialogantes, cercanas, que busquen el bien común, y no persigan intereses personales y egoístas. Chile despertó, y a buena hora. Hasta que la Dignidad se haga costumbre.