Desde mi vereda de mujer, me refiero a algunas situaciones de vida que estamos viviendo en medio de la pandemia, que han sido ampliamente difundidas en los distintos medios de comunicación, y plantear, además, como la información por lo general entrega mucho de diagnóstico pero muy poco de acción. Las diferentes perspectivas de género frente a determinadas coyunturas, en todo el mundo y especialmente en Chile. Hoy enfrentadas a la Pandemia del COVID-19, debemos reconocer que los virus afectan a mujeres y hombres de manera diferente y esto nos permite comprender de mejor forma los efectos que sobre la población trae aparejada esta emergencia sanitaria. Lo anterior, es de suma importancia para determinar los cursos de acción en el manejo de la crisis del COVID-19, lo que puede ocasionar impactos graves en la vida de las mujeres y niñas, especialmente si no se consideran las dimensiones de género. Por eso es necesario leer y actuar esta crisis, en lo que se denomina como “clave de género”, ya que un dato relevante es que gran parte de los cuidados — ya sean profesionales o informales— los ejercen las mujeres.
Esta crisis es una pandemia humanitaria, donde los derechos humanos básicos se ven ampliamente conculcados y que la administración de la crisis con perspectiva de género, presenta focos insuficientes de apoyo, orientación, eficiente, tangible y coordinada.
En el transcurso de nuestra vida, las mujeres hemos vivido situaciones complejas, sin embargo, una pandemia como la que estamos viviendo, no la imaginábamos; valga decir, que desde que tenemos una visión y conciencia de nuestro ser mujer, hemos vivido y sufrido la pandemia de la inequidad entre hombres y mujeres, lo que nos expone a injusticias de todo tipo: laboral, económica, sexual, etc., sumado a diferentes tipos de violencia como lo es, en este tiempo, el compartir la vida en espacios limitados, lo que nos expone a situaciones de violencia intrafamiliar en nuestras relaciones de parejas, y lamentablemente, nuestras niñas y niños son testigos y víctimas de la violencia ejercida.
En este complejo panorama, los índices de violencia ejercida se han incrementado, ya que muchas mujeres están confinadas con su agresor y además, pese a que el teletrabajo es una opción, tienen labores o funciones que no pueden realizarse desde nuestras casas, como lo es: el cuidado de otros niños o adultos, servicios de aseo, atención de público en ventas, entre otras, con la consiguiente reducción de sus ingresos y pérdida de trabajo. Por otro lado, están las que ejercen trabajos directivos o profesionales y que desde sus casas deben cumplir las labores propias de sus cargos, viéndose sobre-exigidas, por las necesidades de sus familias y, en la mayoría de los casos, pueden ser cuidadoras de la salud de sus núcleos familiares, es así como, el estrés, es el amargo precio por la loable labor. Todo ello, sin perjuicio que muchas deben renunciar a sus trabajos ante el imperativo de cuidar a sus hijos, enclaustrados en casa.
La mujer históricamente asume cargas silenciosas, no remuneradas o remuneradas, existiendo poca conciencia del desgaste. A ello se agrega el temor del contagio, por otro lado, la mayoría tiene un deficiente plan de salud y la cobertura de patologías mentales está restringida al mínimo, en momentos en que la consecuencia de la pandemia es directamente proporcional al aumento de consultas por angustia, ansiedad, depresión y agotamiento. Necesitamos evolucionar a una sociedad colaborativa, donde todas las mujeres, cualquiera sea su actividad, sus ingresos, su formación académica o su inclinación sexual, tengan acceso a una atención de salud igualitaria; hay que lograr una mirada de género y financiar inmediatamente planes de acción concretos para la atención de tantas mujeres que están sufriendo este flagelo.
Es relevante por tanto, que demos un paso decisivo que permita modificar la cultura de relaciones que se da en nuestra sociedad y en este sentido, sería muy significativos que todas las instituciones de Educación Superior se sumen con convicción y fuerza a la tarea común, es decir, que elaboren, desarrollen, y apliquen un Plan de Acción que abarque esta perspectiva y junto con ello asuman una decisiva acción de formación, denuncia y acogida ante distintos aspectos de la violencia contra la mujer.
Nuestro país, es miembro de las Naciones Unidas y en la Asamblea general del 2015, junto a los 183 países participantes, se elaboraron 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, (ODS) los cuales representan un llamado universal para poner fin a la pobreza, proteger el planeta y garantizar que todas las personas gocen de prosperidad para el 2030. Entre los ODS, el 5to de ellos señala: “Alcanzar la igualdad entre los géneros y empoderar a todas las mujeres y niñas”. Para cumplir con aquel compromiso de Estado, SernamEG desde el 2016 primero y luego en el 2017 con el Ministerio de la Mujer y Equidad de Género elaboró, el “4to. Plan de Acción de igualdad entre hombre y mujeres”, que constituye una herramienta de Gestión orientador, para el cumplimiento de los objetivos estratégicos del Ministerio, que a excusa de la emergencia sanitaria, no debe ser olvidado.
Finalmente, las invito a revisar junto a la familia, en las páginas de Internet, cuales son las características de las Líderes de los países, que han gestionado con éxito su lucha contra el COVID-19 y hoy están avanzado a la Normalidad. Les anticipo, que la mayor parte son mujeres que han sido reconocidas por su capacidad de hacer frente a la crisis, preocupadas en primer término de la protección de sus pueblos, lo han hecho con trabajo, empatía y carisma. Por ello es muy significativo el poder relevar las características de liderazgo de las Jefas de Estado de distintos países que han demostrado las características requeridas para gobernar en tiempos de crisis.
“Gracias, nos encontraremos en algún recodo del camino…”