contador de visitas gratis

MAGALLANES Y LA ANTARTICA CHILENA por Ernesto Sepulveda

Magallanes y Antártica forman parte de un solo territorio. Hallazgos en Antártica de fósiles de hojas y troncos del género Notophagus, coinciden con especies del mismo género existentes hasta hoy en Magallanes. Del mismo modo hallazgos en sector Cerro Guido-Las Chinas, ratifican de manera fehaciente, lo que ya se había establecido desde el punto de vista geológico. En el plano geopolítico, la idea de una antártica unida al territorio chileno, se funda también en hechos, comprobables a través de fuentes fidedignas.

El viaje de Hernando de Magallanes, permitió expandir el conocimiento de los mares del sur austral. Pero a la vez dar atisbos de que mas allá de las tierras descubiertas, debía existir otros territorios, a los que denominó “Terra australis incógnita”. Como no existe en el mundo, algo más cautivador, que algo desconocido, se inició la era de los grandes viajes de exploración. ilustres navegantes, como James Cook, James Clark Ross, Robert Scott, William Smith, Ernest Shakleton, Piloto Luis Pardo. Road Amundsen, se inscribieron en la historia.

La “Terra australis incognita”, estuvo en mente de los reyes de España, conquistadores del nuevo mundo.  Don Antonio Huneuss Gana, señala que el Rey de España, concedió Mercedes que incluían la antártica. Primero a Pedro Sancho de la Hoz, y luego a Pedro de Valdivia, Mercedes en las que se contenía a la Antártida, ya que había mención a las tierras al sur del prestigioso Estrecho. En 1554 el monarca español le da a Gerónimo de Alderete “La gobernación de la tierra que está de la otra parte de Magallanes”. Posteriormente a Francisco de Villagra el rey le encomienda que “Tome posesión” de dicha tierra, (de la otra parte de Magallanes). En tanto, el gobernador de Chile, Amat, en carta al Consejo de Indias en 1761, describe a Chile “hasta el grado 57, y más al Sur se dejan ver muchas otras islas”.

Una muestra de la visión preclara que tuvo O´Higgins, sobre nuestro dominio antártico (digo dominio, por cuanto no existía convención alguna que impidiera invocarlo), es la carta que envía a su amigo el capitán Coghan de la marina inglesa, el 20 de agosto de 1831 desde Lima. Texto citado por el canciller Huneuss, “Chile se extiende Nueva Shetland del Sur, y posee evidentemente, la llave del Atlántico desde el grado 30 de latitud Sur hasta el polo antártico y la de todo el gran pacífico”. Los sucesivos gobiernos chilenos, de acuerdo a los escasos medios con que se contaba, realizaron actos de posesión y soberanía en el territorio antártico. Es así como pescadores chilenos, en frágiles embarcaciones, realizaron exitosas campañas en Antártica. A partir de 1902, el estado promovió la actividad, concediendo concesiones pesqueras a don Pedro F. Benavides, y a Toro y Fabry en 1906. El área comprendida fue Islas Diego Ramírez, San Ildefonso, Shetlands y “Tierras situadas más al sur. Con obligación de ocuparlas, ejecutar actos de administración en resguardo de los intereses nacionales, impedir que terceros los exploten. Y construir estación naval y faro”

La primera expedición nacional. Esta expedición fue organizada para realizarse en 1906, pero el gran terremoto ocurrido el 16 de agosto de 1906, impidió su desarrollo. Para considerar los escasos recursos del estado de aquellos años, fue sólo hasta 1947 cuando se pudo efectuar. A la sazón, durante esas décadas tuvo lugar una intensa actividad pesquera en la antártica, desarrollada por empresarios chilenos, en uso de las concesiones otorgadas y por tanto realizando actos de posesión y soberanía. La expedición marcó un hito en la posesión soberana por parte de Chile. (antes del Tratado Antártico)

Nos narra el día de arribo a Bahía soberanía, don Eugenio Orrego Vicuña, integrante de la expedición como representante de la Universidad de Chile, en su libro “Terra Australis”: “Miércoles 12 de febrero de 1947.Un día histórico, un día como este don Pedro de Valdivia fundó Santiago del Nuevo Extremo, capital del pacífico sudamericano; en otro, ganó O’Higgins la batalla de Chacabuco, liberando a su patria, pues en ese punto y hora terminó la dominación española. En otro día como hoy se juró la independencia”.

La suscripción por Chile, del Tratado Antártico el 01 de diciembre de 1959, que entrara en vigencia el 23 de junio de 1961, vino a ratificar la posición defendida por los sucesivos gobiernos chilenos, y por el ejercicio de actos de posesión ininterrumpidos. El tratado consagró a la antártica como un territorio consagrado a la paz, y a la ciencia. Originalmente fue suscrito por 12 países, luego fue suscrito por otros, hasta totalizar 53. Pero de estos sólo 29 tienen el estatus de estados consultivos, vale decir, con derecho a voz y a voto. Chile se encuentra en este estatus. En virtud a este tratado todas las reclamaciones territoriales de los estados, se encuentran suspendidas. En consecuencia, en vigencia del tratado, ningún estado puede invocar soberanía sobre el territorio antártico. El continente blanco, ha sido un espacio donde los países han desplegado, esfuerzos de colaboración, tanto en materias logísticas, como de investigación.

Nuestro País, tiene una vocación de paz, y de respeto irrestricto al derecho internacional.  Así lo ha demostrado incluso en detrimento de nuestros propios intereses, cuando organismos internacionales han fallado en contra del interés nacional.

 Sin embargo, no nos deja indiferentes, la pretensión argentina de desconocer los alcances de nuestra plataforma continental. Esto constituye una demostración más, que gobiernos populistas, producen el alejamiento y llevan a la enemistad de los pueblos.

Los magallánicos, más que ningún otro habitante de Chile, tenemos el deber moral de estar informados.  Debemos estar alertas, salvaguardar la integridad de nuestro territorio, no es tema exclusivo de eruditos, ni de militares, ni tampoco de un sector político. Son otros los tiempos que corren, Chile ha cambiado y no tiene complejo alguno en responder a las pretensiones transandinas,  con la ciencia y el derecho, y si es necesario, con la fuerza de nuestros propios brazos. 

ERNESTO SEPÚLVEDA TORNERO