¿Cuántas personas leen lo que quieren leer? y ¿cuántas leen, entienden y comprenden lo leído?
Estamos en los tiempos de la lectura rápida, fácil y que demande menos tiempo.
En 2010, David Nicholas presentó con la College University de Londres un estudio acerca de la “generación Google” donde advertía que la población nacida a partir de 1993 tendía a leer de prisa, superficialmente y mostraba menor capacidad para analizar información compleja.
Neurólogos y psicólogos estiman que esa situación se ha agravado y que los dispositivos portátiles podrían estar acentuando la incapacidad para realizar una lectura profunda (sobre todo por las múltiples interrupciones).
Señalan que la lectura en internet (rápida, aleatoria, superficial, fragmentada en varios materiales leídos en forma simultánea) ha modificado nuestra manera de leer e, incluso, nuestro cerebro.
En 2015, el diario El País recogió la opinión de algunos especialistas:
“Leemos mucho, pero de una forma muy superficial. Como sociedad, estamos perdiendo la capacidad de formular ideas profundas y complejas. Corremos el riesgo de estar atontándonos, de pensar de manera más simplista y fragmentada. Tenemos que dar a la mente la oportunidad de manejar ideas complicadas”, advirtió Andrew Dillon, catedrático de Psicología de la Información de la Universidad de Austin, Texas.
Naomi Baron, lingüista de la American University dijo que “el problema es la sensación que producen las redes sociales de que siempre tienes que estar disponible para contestar. Es muy difícil concentrarse, porque la hiperconexión hace que sientas temor de estar perdiéndote algo. Somos socialmente más inseguros y estamos más estresados”.
Un estudio de la Universidad de Haifa, Israel, comparó el desempeño de dos grupos de alumnos que estudiaron los mismos textos, uno en pantallas y el otro en papel. Encontró que los estudiantes abandonaban en forma prematura sus lecturas en pantallas, con la falsa noción de haber estudiado suficiente.
Como estamos en un mundo globalizado e hiperconectado no estamos ajenos a este fenómeno y en tiempos de pandemia, donde priman las clases online y teletrabajo, vale la pena preguntarse cuáles serán los efectos positivos o negativos del aprendizaje de este año.
Pero el mal de la lectura rápida está a todo nivel.
¿Cuántos usuarios de Facebook o twitter reaccionan a veces destempladamente e incluso contestan confrontacionalmente ante un determinado enunciado o llamado de artículo periodístico sin haberlo leído en detalle ni menos haberlo procesado?
Un mal del que tampoco están ajenas las autoridades de distintos rangos que también hacen lecturas rápidas sin procesar toda la información ni menos entender las reales necesidades de quienes emiten los mensajes.
Hoy que estamos en tiempos de crisis, de demandas sociales y económicas, las autoridades de todos los sectores deben agudizar sus sentidos, leer detenidamente y procesar al máximo la información para saber llegar con las respuestas y las soluciones.
Y al mismo tiempo, el público, el simple habitante, también debe asumir su responsabilidad en leer con atención, concentradamente y así estar mejor preparado para debatir, reclamar o apoyar con un simple “Me gusta”.
Son los tiempos en que más necesitamos unidad, comprensión y respeto, para salir entre todos de este periodo marcado por una pandemia y una crisis económica en pleno desarrollo.