Este sábado 27 de abril, en la Iglesia de la Gratitud Nacional, nos reunimos la Familia Salesiana y los miembros de la Familia del Hermano, Tío y Padre Tomas para dar gracias por los 50 años de consagración episcopal del Padre Obispo Tomas Gonzalez Morales.
El Padre Obispo Tomas González Morales s.d.b., desde su formación y ejercicio del sacerdocio que se prolonga en el episcopado, con su Lema “Que todos Sean Uno”, ha hecho vida e historia su vocación y misión de anunciar a todos la Buena Nueva de Jesús a todos los hombres y mujeres de nuestra comunidad y sociedad.
También para construir esa Nueva Iglesia que nos convoca el Concilio Vaticano II, a esa Nueva Humanidad a la Juan XXIII, Paulo VI, Juan Pablo II y Francisco nos urgen con sus Encíclicas Sociales, poniendo a la Persona de Jesús en el centro de la Espiritualidad Eclesial y a la Persona Humana en el centro de la Vida Comunitaria y de la Sociedad.
La Dignidad Humana, como nos acaba de convocar el Papa Francisco, tuvo en el Padre Obispo Tomas un testigo que se adelantó a su época y dio testimonio permanente como sacerdote y obispo de la iglesia chilena y universal.
En la homilia de ese 27 de abril de 1974, el Cardenal Raúl Silva Henriquez le compartía a su hermano en el episcopado las siguientes reflexiones: “Debe hacerse llegar la verdad a todos nuestros hermanos, aún a aquellos que no la quieren oír. Una verdad despojada de toda pasión y de todo interés mezquino.
Debemos servir al hombre, que tiene un irrenunciable derecho a la vida, al hombre que en el mundo de hoy es más explotado que servido, al hombre que no sabe encontrar el camino de la felicidad, pero hacerlo respetando sus sentimientos y su ideología.
Debemos servir a este hombre, al que ha cargado sobre sus espaldas el peso intolerable de todas las pasiones.
Hay que saber perder, hay que saber perdonar, hay que saber curar las heridas que afligen a nuestros hermanos. ¡Cómo siente uno, a veces, sobre sus débiles hombros, la enorme responsabilidad que el Señor le ha confiado de dirigir su Iglesia, cuando no se nos escucha, se duda de nuestras intenciones o se tergiversan nuestras palabras!”
Damos gracias a Dios, por este hijo de Don Bosco por su celo apostolico y espiritualidad juvenil (impulsó respuestas concretas a los anhelos y sueños de los jóvenes, en especial de los más necesitados, allí queda la obra de la hoy Universidad Católica Silva Henriquez); por su coherencia sacerdotal (pues se hizo llamar desde el inicio Padre Obispo); por su sentido de la historia (en la atención de los chilenos exiliados y de las personas migrantes y refugiadas); por su sentido de trascendencia (constructor de la paz y la integración entre los pueblos, y el abrir nuevos ámbitos en el servicio profético como la pastoral sobre el medioambiente y del continente antártico); y por su sentido de la familia (amaba entrañablemente sus momentos y encuentros con sus familiares y nos bendijo en la iglesia doméstica y en los sacramentos)